DOMINGO A DOMINGO
CON EL PÁRROCO DE VIRGEN DEL ALBA
30º Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C (27-10-2013)
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 9-14):
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 9-14):
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.” El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.” Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
Este texto evangélico que nos narra la parábola del fariseo
y el publicano, aparece solo en Lucas y es una de las más conocidas del
Evangelio.
Nos gusta tanto porque, quizá, nos habla no sólo de los fariseos como
personajes históricos de su tiempo, sino del fariseísmo como tentación
permanente del cristiano.
Todos tenemos una fariseo dentro. ¿Quién de nosotros
no se justifica y se siente superior a los otros? ¿Quién es el que se escapa de
hablar de una manera y actuar de otra? ¿No somos, en el fondo, un poco
fariseos, un poco hipócritas?.
Es interesante que Lucas no da nombre a
los dos personajes y es que a las personas no se les identifica por su nombre
sino por su actitud. Ojalá tuviesemos la actitud del Papa Francisco cuando le
preguntaron sobre los gays: "¿Quién soy yo para juzgarles?
.
En este domingo Jesus
continúa su enseñanza en torno a la oración. En el evangelio del domingo pasado
se insistía en la necesidad de orar siempre sin desanimarse. En el de hoy,
mediante otra parábola, propone la actitud con la que el creyente debe dirigirse
a Dios. Si el domingo pasado elogiaba al orante que rezaba con insistencia, sin
desanimarse, hoy destaca la actitud humilde y sincera de la
oración.
Es claro
el contraste entre las actitudes de los dos orantes: El fariseo se considera
justo por sus propias obras, seguro de sí mismo y, desde su altura, desprecia a
los demás a los que considera pecadores, comenzando por el publicano. ¡Qué lejos
de la palabra de Jesús : "El que esté libre de pecado que tire la primera
piedra"!.
Que contraste con el publicano...que no esconde su condición. Se
sabe pecador y lo reconoce. Pero viene con el reconocimiento de su incoherencia.
No se compara con nadie. Reconoce su vida y se confia a la benevolencia de Dios.
Se deduce que ha hecho un cambio interior, un propósito de cambiar de vida. En
caso contrario, si sigue perjudicando a sus semajantes,¿cómo podría volver
perdonado?. Sería igual que el fariseo. Para el que se reconoce pecador, Dios es
el espacio, el recurso del necesitado. Sin embargo para el orgulloso, Dios es
tan solo un ídolo manipulado al propio
capricho.
Seguramente no nos identificamos totalmente ni con
el fariseo, ni con el publicano de la parábola. Ojalá, como el publicano, seamos
capaces de decir:
"Dios mío, ten compasión de mi,que soy un
pecador".
Gervasio Ruiz. S.V.D