DOMINGO A DOMINGO
CON EL PÁRROCO DE VIRGEN DEL ALBA
Domingo de Ramos - Ciclo C (24-3-2013)
Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
(22,14–23,56):
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos
y les dijo:
+ «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de
padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el
reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde
ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo:
+ «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria
mía.»
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa.
Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, iay de ése que lo
entrega!»
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que
iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos
debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se
hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre
vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque,
¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está
en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como
el que sirve. Vosotros sois los que
habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me
lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os
sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»
C. Y añadió:
+ «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo.
Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te
recobres, da firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contestó:
S. «Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la
muerte.»
C. Jesús le replicó:
+ «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas
negado conocerme.»
C. Y dijo a todos:
+ «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
C. Contestaron:
S. «Nada.»
C. Él añadió:
+ «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la al forja; y el que
no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene
que cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue contado con los
malhechores." Lo que se refiere a mi toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. «Señor, aquí hay dos espadas.»
C. Él les contestó:
+ «Basta.»
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los
discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ «Orad, para no caer en la tentación.»
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado,
oraba, diciendo:
+ «Padre, si quieres, aparta de mi ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya.»
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su
angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como
de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos,
los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+ «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado
Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo:
+ «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. «Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha. Jesús intervino, diciendo:
+ «Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los
oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario
estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra
hora: la del poder de las tinieblas.»
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo
sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del
patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada
sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. «También éste estaba con él.»
C. Pero él lo negó, diciendo:
S. «No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. «Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. «Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
S. «Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le
echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había
dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo
afuera, lloró amargamente. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de
él, dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos. Cuando se hizo de día, se
reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole
comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contestó:
+ «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios
todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
+ «Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de
su boca.»
C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se
pusieron a acusarlo, diciendo:
S. «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a
que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
+ «Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta
aquí.»
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en
Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento;
pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba
verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no
le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas
acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se
burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel
mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy
mal. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo,
les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta
que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha
remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré.»
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa,
diciendo:
S. «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad
y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a
Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucificalo, crucificalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que
merezca la muerte. Asi es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba
creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al
que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a
Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo conducían, echaron mano de un
cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que
la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres
que se daban golpes y lanzaban larnentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y
les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros
hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las
estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han
criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos
sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así
tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»
C. Conducían también otros malhechores para ajusticiarlos con él. Y, cuando
llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.. Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el
rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es
justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado
en nada.»
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le respondió:
+ «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta
la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por
medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo
que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se
mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde
Galilea y que estaban mirando. Un hombre llamado José, que era senador, hombre
bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de
ellos), que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino
de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo
envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no
habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado.
Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el
sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y
ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor
Con el Domingo de Ramos los cristianos damos comienzo a la Semana Santa.
El Domingo de Ramos se hace la Procesión, que en muchos lugares llaman
"de la borriquita" haciendo referencia a Jesús, que subido en un
borrico, al estilo de los reyes de Israel, es aclamado en su entrada triunfal a
Jerusalén.
En este domingo se lee la Pasión, tema que vamos a meditar durante toda la
semana. Durante esta semana haremos memoria de las últimas actuaciones y
palabras de Jesús.
En la Pasión aparece Jesús con un sentimiento de abandono por parte del
Padre al que no comprende el que decida que debe entregar su vida cuando El, Jesús,
ve que aún le queda mucho por hacer y que tiene, aún, mucho para dar.
Duele escuchar esas palabras, a la vez que reconfortan: "Pase de mi
este cáliz, pero hágase tu voluntad". "¿Por qué me has
abandonado?". "En tus manos encomiendo mi espíritu".
Duele también la traición y abandono de los discípulos que tienen miedo y
buscan su propia seguridad...
Rumiemos durante ésta semana sus últimas palabras que a modo de
testamento nos dejó: "Perdónales porque no saben lo que hacen". Hoy
estarás conmigo en el paraíso". "Ahí tienes a tu Madre".
Gervasio Ruiz. S.V.D
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